Rutina de pocos metros
Empieza el trabajo pequeño, que no se nota a simple vista, sino que hay que fijarse, medianamente. Se empastan vigas y el cemento despliega su olor tan característico.
Ahora, lo que sí empieza a aparecer es la doble altura del techo de la cocina, asunto que nos tiene contentos, porque eso hace crecer el espacio (eso ya debo haberlo dicho en la publicación anterior).
Además, se empasta el cielo, y cuando la cosa se pone lisa, se pone linda (pregúntenle a mi prima).
Ahora, lo que es realmente horrendo es la pulida del piso. Eso partió tempranito, y dejó la casa cubierta de polvillo, TODA. La Eva estaba feliz.
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